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Un Revés de la Fortuna 

La historia de Gelu Tofan tiene los orígenes más humildes y es considerado como uno de los éxitos comerciales más meteóricos de la historia de Rumanía. Para una persona sin educación formal en negocios, tener dos trabajos y ser empleado de la fábrica de cubiertas estatal durante el régimen comunista significaba largas jornadas de trabajo y una constante lucha para afrontar las necesidades de una familia de cuatro integrantes.

Pero lo que le faltaba de conocimientos comerciales, lo compensaba con iniciativa y a finales de 1989, a partir de la caída del muro de Berlín, las ambiciones de Gelu finalmente recicibieron una oportunidad, a medida que la democracia postrevolucionaria comenzaba a afirmarse. A partir de un pequeño capital obtenido luego de hipotecar el departamento de la familia, Gelu comenzó a operar distribuyendo las cubiertas fabricadas por su antiguo empleador, Danubiana.

Pronto expandió el negocio al recauchutado de cubiertas y abrió 40 depósitos con punto de venta, uno en cada uno de los condados de Rumania. Tan solo cinco años después, Gelu logró comprarle Danubiana al Fondo de Propiedad Estatal. El Grupo Tofan adquirió luego otras dos fábricas de cubiertas de Rumania, Silvania y Victoria y para 1999 se había transformado en un “monopolio legal”, propietario de todas las fábricas de cubiertas de Rumania.

Con aproximadamente 10.000 empleados y una facturación anual de $250 millones de dólares (el equivalente de $400 millones actuales), la organización de Gelu era, en tamaño, el 23er fabricante de cubiertas del mundo. Se propuso entonces expandirse rápidamente a sociedades mixtas internacionales y no solamente dentro del mercado de cubiertas de Estados Unidos, sino también en otras áreas de la industria. Pronto, el portafolio del Grupo Tofan abarcaba propiedades, transporte y logística, estaciones de combustible, satélites y medios de comunicación.

A principios de la década del 2000, Gelu Tofan había amasado una fortuna personal de $500 millones de dólares e incorporado el estilo de vida lujoso correspondiente a su posición, lo que incluía distintas casas, coches, botes, obras de arte y un jet privado. La filantropía también fue algo central, ya que Gelu financió iglesias, escuelas, jardines de infantes, becas para estudiantes y las artes, incluyendo películas y producciones de teatro.

Decidido a seguir a su padre en los negocios, Adrian Tofan ingresó al programa Business Management and Entrepreneurship del Babson College en 2003, sin saber en ese momento que su primera intervención comercial sería la gestión de la quiebra de Danubiana, solamente cuatro años después. Fue la primera de las fallidas empresas de su padre que Adrián fue llamado a gestionar, aunque, lamentablemente, no la última.

El efecto dominó había comenzado en 2002, cuando Gelu fue despojado, mediante una falsificación de firma, de la entidad para propósitos especiales (SPE) que había creado para administrar su participación mayoritaria en la fábrica de cubiertas Rotras, como así también su compañía de transporte y logística. Gelu dedicó años a reuniones diarias con el equipo legal para intentar retomar el control, lo que en definitiva le provocó pérdidas de más de $100 millones de dólares.

En 2006, Gelu sufrió una agresión en pleno día que casi le costó la vida y que lo dejó paralizado durante más de un mes. Fue en este momento en que Adrian intervino para ayudar a manejar la empresa familiar, dándose cuenta rápidamente de que la situación no era lo que parecía.

Actualmente, en 2019, el 98% de la fortuna familiar se ha evaporado. Al atravesar esta experiencia, Adrián Tofan comprobó la fragilidad de las riquezas obtenidas en situaciones inesperadas. Los reveses de la fortuna y el destino pueden ocurrir con facilidad, aunque a partir del trabajo duro, un enfoque adecuado y decisiones clave, es posible resguardar el patrimonio de las siguientes generaciones.

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